capitulo 5



UCA
Del pueblo a la cuidad
 Yo tenía 19 años y a pesar de que ni el dinero ni la riqueza abundaban, yo estaba “feliz”. Me levantaba todos los días, desayunaba y recogía los huevos de la cocina, si habían sobrado, e iba a la cuadra a por los demás huevos que habían puesto. A las siete de la mañana me disponía a salir de casa con mi bicicleta y los huevos hacia Torrelavega. Los mayores peligros eran que me cayera y con ello los huevos se rompieran, o que de un bache saltaran los huevos o se pinchara una rueda. No ganaba mucho pero al menos aportaba algo. Por la tarde volvía agotada hacia casa donde solía ser recibida por mi madre. Después de decirla hola, iba a donde mi padre y le daba el dinero conseguido ese día. Un día me saque el carnet de conducir y el reparto cambio. Ya no tenía que jugarme una pierna o los huevos. Si no que solamente tenía que asegurarme de no infringir leyes.

 Fui creciendo y la situación en España empezaba a mejorar un poco y empecé a estudiar. En esos tiempos yo tenía una educación primaria y no tenía casi ningún conocimiento matemático ni lingüístico. Hasta aquel momento yo solo sabia sumar, resta, multiplicar, dividir y pocas cosas más, lo que yo más sabía era sobre tres cosas que todo buen pueblerino de buen hacer sabe agricultura básica, ganadería y trabajo de granja y cocinar, con todo esto no ganabas muchas perras así que necesitaba urgentemente tener un trabajo, estudio y vida en la ciudad. Pasaron meses y yo seguí con mi rutina de todos los días: levantarse, desayunar, recoger huevos, coger los dos caballos y largarme a trabajar para ganar 200 pesetas para poder subsistir en nuestra mísera riqueza. Pasando el tiempo mis hermanos iban creciendo y marchando de casa, mis abuelos ya habían perecido y mis padres iban camino a ello. Mis  hermanos se llegaron a ir a Cádiz. Hasta que hubo un momento que solo quedamos en la región de Cantabria poco más que yo, mi hermano “Martinuco”, como le solíamos llamar, Román otro hermano mío y mis padres, aunque les quedara poca vida. Mis familiares cercanos se fueron dispersando y teniendo ya su propia familia por ejemplo Martín tuvo su primera hija en 1967 y la llamo Gema Gutiérrez Coterillo.

En el setenta y dos ocurrió la muerte de mi padre, me dio bastante pena. Poco después mi madre, los dos a los setenta y cinco años.

Seguramente os estaréis preguntando esta cuestión ¿Cómo una pueblerina de buen hacer puede reintegrarse en una sociedad que ahora vive en las ciudades en vez que en los pueblos?       
Empecé a estudiar para no tener una educación tan primaria y pasar a tener una más avanzada aunque no llegaría muy lejos y me mude para la capital, la ciudad por excelencia Santander.

Compre una pequeña casa en una calle al noroeste           de la ciudad llamada Camilo Alonso Vega que en esta época igual os suena más. Era un séptimo piso en el numero 6. Según entrabas te encontrabas una pared pintada de color blanco por la mitad de arriba y de madera por la mitad de abajo a la derecha seguía un mini pasillo que giraba y daba a un gran pasillo central a los laterales estaban las habitaciones situadas en este orden cocina, baño, habitación, y salón.

La cocina era pequeña con una “vitro” de gas con un horno debajo, a la derecha te encontrabas una mesa de madera rectangular con un pequeño cajón, esta estaba rodeada por tres sillas de madera que chirriaban cuando te sentabas y por ultimo unos cajones y un armario. Si continuabas te encontrabas el pequeño baño con lo esencial un váter para hacer las necesidades, una ducha  y                                                                                                 un lavabo con un pequeño armario encima de él,  calculando a ojo serian, medio metro cuadrado.  Continuando por el estrecho pasillo te encontrabas a derecha la habitación y a la izquierda el salón mi pequeño habitáculo formado por una ventana con unas finas cortinas, un armario de madera para colgar la ropa y una cama de un metro noventa de largo por ochenta centímetros de ancho. Estaba formada por un colchón blanco, sabanas blancas y un edredón.

De pronto una oportunidad de trabajo se presento y…

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